algo está pasando

Me recuerdo dibujando una verde pradera. Con el papel dividido en dos. El cielo en azul. De verde la hierba. Todo vestía con múltiples flores de colores. Y un sol en la esquinita superior izquierda, tan brillante y gigante como yo contemplaba el mundo por aquel entonces.

No ha pasado tanto. Ahora me paro a pensar. Y pienso desde el escritorio de mi habitación. Encerrado entre estas cuatro paredes que me rodean. Cansada de tener la vista focalizada en la pantalla del ordenador. Hoy ese amarillo y vivaz sol brilla un poco menos que la luz relumbrante de esta máquina tecnológica. Que me permite hablar con mi jefa, preparar el informe del fin de semana y ver la serie que ahora he elegido para acompañarme en las cenas. Esa que esta de moda, pero no.

Me paro a pensar. Y se ve viene a la cabeza la catástrofe en espiral. Los años en los que llevamos encadenados. Vivimos en una generación superficialmente escandalizada. Somos profesionales. Cazadores de momentos. Presas del aterrador mismo sistema que hemos creado. O del que somos parte, for the better or the worse.

Lo fácil es hablar de lo politizado que está el mundo, de lo malo que es el capitalismo y el fast fashion de Amancio Ortega. Lo fácil es mostrar apoyo frente a un dispositivo que te da la hora, te informa de las tendencias de la temporada. A través del cual hablas con tu amiga en la otra punta del país y que te analiza a través de las cookies (¿aceptar o rechazarlas todas? nunca las he entendido del todo). Formando parte de un algoritmo. O qué sé yo. Formando parte de algo que no entiendo bien quién o cómo o cuándo o desde dónde controla. 

Cambio climático. Corredores humanitarios. Fronteras y represión por las fuerzas de seguridad de un estado. Alianzas. Pandemias de primer segundo o tercer mundo. Pactos democráticos. Apagón mundial. Huelga de los barrenderos de tu ciudad. De Senegal a París. Atravesando el Báltico, el Mississippi, hasta llegar a la Patagonia, ¿y allí qué? ¿Desembocar en qué? Judíos, ateos, musulmanes, cristianos y protestantes. La cienciología, la astrología y las vidas infinitas que el karma mueve a su antojo. Los años pasan y parece que el mundo se estanca. Se ahoga en el mediterráneo. Se asfixia en Kyev. Se muere de hambre en Teherán. 

Al final del día, ¿cuánto difiere tu vida de la mía? ¿qué clase de construcciones sociales estamos generando para usar el poder de una supuesta superioridad moral? Para enaltecer un color u otro. Una religión u otra. Una vida u otra. 

Y entonces recuerdo, con nostalgia y tristeza, la pradera verde que pintaba cuando aún era una niña. Cuando todavía no sabía montar en bicicleta. Y me daban miedo las puertas abiertas. Cuando mi mundo giraba alrededor de ese idílico momento del día, a la salida del colegio, en el que mi padre venía a recogerme con una barra de pan caliente bajo el brazo.

Hay días que me pesa el verde de ese campo en mis entrañas. Pero cuando más color veo que le falta (que a este mundo nuestro le falta) me digo a mí misma que el pensamiento y el corazón que mueven montañas. Montañas que ahora también pasan a ser parte de mi prado verde, mi cielo azul y mi sol amarillo e incandenceste. 

Una lectura: La Paz (Canción Negra, 1944-1948) –Wisława Szymborska

Una canción: Revisionismo o Barbaire (La estanquera de Saigón, 2014) –Los Chikos del Maíz

Porque «hace falta solidaridad no indiferencia
hace falta compromiso y resistencia».

este tiempo que no vuelve, de un año como el 2020

Hay un señor en el mirador de mi casa que no deja de ponerme nerviosa. Mira hacia los lados. Se baja la mascarilla y se fuma un cigarro, se desinfecta la manos, se sube la mascarilla; repite este patrón al menos dos veces más en menos de 5 minutos, mirando todo el tiempo la hora en su reloj, inquieto. ¿A qué estará esperado? o, ¿a quién?¿Cuál será el motivo de tanto nerviosismo?¿Qué será aquello que habrá ocurrido? Pasan otros 5 minutos. Y 10 más. Y 15. Al final me voy a mi casa. Ya es tarde y se ha ido el sol, pero camino dándole vueltas a la cabeza, entre intriga y algo de tristeza por todo aquello que no sé y por el tiempo de ese señor. Un tiempo que no vuelve. Y es que en todo hay una parte de todo, y el tiempo invertido de aquel pobre hombre de la mascarilla y los cigarros nerviosos no volverá atrás. Ese tiempo que no vuelve. Como el que hemos vivido este año, tan abrupto e inesperado, cambiante y complicado. Ha desafiado todo lo que entendíamos como norma hasta el momento. No obstante, no todo ha sido malo. De hecho, diría que poniendo en balanza lo bueno y lo malo, también ha habido otras tantas cosas que me sacan, ahora que lo escribo, una verdadera sonrisa. Porque sí, considero que el 2020 ha sido un año de lecciones en todos los planos, especialmente por tener la mente y corazón reprimidos entre 4 paredes (cosa no nueva pero sí más impuesta), y la respiración contenida dentro de una incómoda mascarilla. Pero también estimo que lo bonito tiene que ser gritado y agradecido. De ahí que tú me estés leyendo ahora.

Una espiral de retos me han acompañado a lo largo de todos estos meses, empezando por mi bonito período de tiempo en Szeged –una joyita de ciudad al sur del sur de Hungría. De ahí puedo decir que, sin más que una pequeña mochila cargada a la espalda, he vuelto con tantos regalos como las experiencias que he ido viviendo. Las amistades que allí encontré convalidaban las malas faenas que de vez en cuando también la vida arrastra, y hacían multiplicar todas las alegrías que espontáneamente sucedían. Hablan de suerte en muchos casos cuando de amigos se trata, pero yo más bien apelo a ellos como tesoros, verdaderos tesoros hallados casualmente y que me han aportado una riqueza sin mesura ni valía precedente.

Además, ha sido un año que a nivel humano también me ha permitido valorar más a la gente que siempre he tenido a mi lado y que, por motivos pandémicos (claros y evidentes), me he visto estrechando aún más mi lazo con ellos. Me refiero a mi familia y aquellos amigos que igualmente considero parte de mi familia. Todos ellos, a fin de cuentas, una trocito importante de mí. Por el contrario, el mismo proceso mental a la inversa me ha servido para decir adiós a personas que, sin pena ni gloria, han pasado y se han marchado. Aprender a vivir en continuo movimiento, adaptarse y renovarse. Este también diría que es un gran regalo a considerar.

También he seguido dando brincos y piruetas como profesora de danza, solo que fui sumando challenges a medida que iba pasando el año. De estudios en edificios antiguos y altos, con suelos de madera y grandes salas de baile en Hungría, a modernos e iluminados espacios donde encontrarme de lunes a sábado, casi a cualquier hora de la tarde, bailando. Diría que he profundizado y adquirido nuevos conocimientos performáticos, permitiéndome el gusto de coreografiar un sinfín de piezas que más tarde poder enseñar. Me he vuelto a encontrar emocionada escuchando la Muerte del Cisne de Saint-Saëns, y el pas de deux rosado del Cascanueces de Tchaikovsky; emocionada por encontrarlo y también por encontrarme a mí ahí, tal y donde me dejé. Todo al bonito compás de five, six, seven, eight...

El tiempo que duró el confinamiento fueron unos meses que nos sacaron gota a gota todo aquello que estaba dentro, llamando con fuerza para poder entrar. Diría que fue justo el momento perfecto para poner paz donde había sembradas ventiscas y, entre café y café en mi balcón, mis penas se quedaron tomando el sol. Sencillamente, no me esperaba que las cosas fueran a venir así. Ahora me alegro. Porque he sabido tornar en contenido todo eso que me hablaba en silencio, dejándolo de apartar una y otra vez. Haciendo mío lo que ya era mío, supongo.

Al palo de acabar el año, recuerdo todas esas noches (y algunas que otras mañanas) en las que he sentido verdadera euforia. Vivir en el instante y captar con la retina las máximas secuencias posibles. Acabar con agujetas y sin voz. Y sonriendo al ver la galería del móvil. Como quien va a la guerra y vuelve con una medalla y muchas cartas; igual, pero con muchas fotos y sin ninguna medalla.

Rememoro también esos bonitos momentos que me sigue regalando la vida, un domingo por la mañana con churros para desayunar mientras escucho de fondo a mi padre tarareando The House of the Rising Sun. Y el mercadillo de la plaza. Y las tardes en el anticuario de libros. Y las risas en la sobremesa. Y las litrillos en Santa María, compartiendo algo más que una preciosa puesta de sol. Encontrar belleza en las cosas cotidianas, que nos sacuden tan cálidamente como ese abrazo que te da tu madre cuando lleva muchos meses sin verte. Aunque os llaméis cada día. Porque en realidad el momento de ese abrazo destruye los kilómetros que había entre medio, lo que nunca podrá hacer un whatsapp.

También he de decir que he aprendido a perderle el miedo a muchas cosas, empezando por caerme de la bici a -5ºC. O a enseñar mi parte más cursi y blandita, con un poemario. O a hacer la voltereta lateral (porque no, a mis 22 años no sabía hacerla aún).

El mundo siempre ha sido caótico y bullicioso, pero ahora se encuentra en plena catástrofe ontológica. Y yo he venido aquí para hablar del tiempo. O no. Quizás quería compartir mi tiempo contigo, como lector. Para hacerte darte cuenta que ese tiempo que pasaba por el secundero del aquel señor de la mascarilla es el mismo que el tuyo, si es que lo estás perdiendo.

Crece.

Agradece.

Y ama: ama, ama y ensancha el alma.

Hasta el año que viene. Os deseo que encontréis mucha vida para este tiempo, que sin estar nunca del todo ya está corriendo.

El libro que cambió mi vida

Hace algo más de un mes el corazón me temblaba al pensar que mis torpes palabras agolpadas en versos y más versos iban a salir a la luz, a dejar de ser mías para estar a disposición de aquel que quisiera leerme.

No vengo a mentiros, su publicación no cambió mi vida, ni mucho menos puso mi mundo de patas para arriba. Sin embargo, todo su proceso hasta llegar a este punto sí implicó muchas y muy diferentes cosas para mí.

En primer lugar, para aquellos que aún no conocéis mucho de este proyecto, o inclusive de mí, anotar al margen (pero en fosforito y subrayado) que soy un alma cursi ahí donde las halla. Llevo escribiendo diarios desde que prácticamente tengo uso de palabra y (co)razón, con lo cual no es difícil adivinar que, sumando estos dos factores, he conseguido que con los años y las experiencias que he ido viviendo, acercarme más íntimamente a la poesía y esbozar acordes gramaticales de lo que mi alma de intensita iba sintiendo.

Una vez llegados a este punto, presento el libro en cuestión: Poemario al vacío (clikeando en el título se os redireccionará a la web online creada para su compra).

Que ¿por qué todo esto? Pues bien, aún yo misma sigo buscando explicaciones a mis acciones. Pero vivo a base de impulsos, y eso es algo que no podré cambiar jamás. Y aunque la idea de publicar era algo que negaba llegar a hacer, un par de años atrás una editora consiguió despertar este nuevo interés en mí. Y esperé el momento… más que esperar, diría que llegué a desesperar. Porque no me sentía preparada a abrirme en canal, porque sentía que me quedaba muy grande la palabra de «escritora», por mis miedos más enormes y feroces al eco que todo esto producía dentro y fuera de mí. Pero el impulso me pudo, y el confinamiento reactivó esa llamita aún latente. Y así fue, tras unos meses de mucho trabajo y un verano muy convulso, nació este breve poemario.

Para entenderlo mejor, quizás una explicación del título pueda serviros de ayuda o incluso os anime a indagar más a fondo en la lectura.

‘Al vacío’, ¿qué llega a significar el vacío?¿algo real o todo es basado en términos metafísicos?

El vacío puede encontrar su razón de ser en el universo, un infinito y peligroso abismo; también puede guardar relación con la manera de comprimir y enmarcar sentimientos. Puede que ambas sean la respuesta, o puede que ninguna de ellas. Esto es algo que el lector deberá de resolver por sí mismo, ahondando en aquello que palpita aún, latente y vivo.

Mi propósito con esto era compartir un poco más en profundidad, la vorágine en la que estos meses he estado sumergida y que me han hecho desconectar para reconectar con las emociones que hay disfrazadas de letras, metáforas y ritmos entre las páginas de este libro. Sus poemas y todos aquellos que no cruzaron la línea de meta (para ser publicados) me han ido salvando de mí misma. Del negacionismo barato, el sentimentalismo y la autocompasión sin hacer balance ni crítica en mis acciones; escucharme en silencio, a mis alegrías infinitas pero también aprender a ponerle nombre a mis dudas, miedos y daños. En especial a los daños, porque no hay puñal más doloroso que aquel que se nos clava en el interior por no encarar sentimientos a tiempo. Ya lo decía Cortázar, «¿de qué te sirve huir si lo llevas dentro?». Estos versos han sido devorarme por dentro y construirme, de noche en noche, de luna a luna.

Con esto termino mi soliloquio, no sin antes agradecer a todas personas que en estos años me han escuchado cuando mis poemas aún solo eran eso, poemas encerrados en páginas. Espero de corazón que esto anime a más de uno a leerme, pero sobretodo a escucharse y a construir en palabras lo que retiembla dentro de uno mismo.

pro·noi·a

No es casualidad que en esta época del año nos amenacen tantos peligros simultáneamente: las alergias, los sentimientos a flor de piel, esos dichosos e impredecibles cambios de temperatura (y de humor) –¡es primavera y la sangre se nos altera!.

Por eso mismo, os traigo mi método de choque contra esta maravillosa estación del año, la cual NO deja indiferente a nadie ni a nada. Suelo adaptarlo a lo que pille por casa, ya que no premedito una fecha concreta sino más bien lo que me pide el cuerpo.

Lo primero de todo, la música. Yo personalmente recomiendo cantautores como Bon Iver, Keaton Henson o The Tallest Man On Earth -todos ellos me tocan el corazoncito.

Es entonces cuando me preparo un baño de agua caliente con mucha, muchísima espuma y, cuando tengo, me gusta añadirle sales de baño, aceites, bombas, etc. Recomiendo la marca Lush por sus productos naturales, no testados en animales y además, por ser una multinacional comprometida con la Sociedad.

Por último me preparo una bebida algo inusual pero tremendamente beneficiosa. Se denomina ‘Leche Dorada’ (haldi ka doodh) y procede del Ayurveda, el sistema tradicional de salud y curación de la India. Según esta cultura, la comida es una de las fuentes más importantes de dulzura para el cuerpo, la mente y el espíritu, y su correcta combinación posibilita una sensación de armonía y equilibrio.

En concreto, esta bebida tiene propiedades antiinflamatorias, reduce los efectos del estrés, acelera el metabolismo y desintoxica al hígado, mejora considerablemente al sistema inmunológico y puede eliminar los agentes infecciosos que en esta época del año nos ocasionan las dichosas congestiones e irritaciones de garganta. Los pasos a seguir son:

  1. Calentar a temperatura media en un cazo: un vaso de leche vegetal, una cucharita de cúrcuma, otra de pimienta, otra de miel, un toque de jengibre, clavo y una varilla de canela.
  2. Remover hasta que todos los ingredientes se hayan fusionado adecuadamente. Quitar del fuego y servir.

pd: ¡si nos servimos con la ayuda de un colador nos ahorramos tener que estar sufriendo por no tragarnos ningún clavito!

Como último toque, enciendo unas velitas y una varita de incienso, y me relajo durante un rato con la música de fondo y un buen libro -procrastino muchísimo el momento de salir de la bañera, hasta tal punto que tengo toooooodo mi cuerpo cual pasa.

Con todo esto llego al estado de pronoia, o lo que es lo mismo, a la creencia de que el universo conspira en favor de mi misma. Justo el chute de energía necesario para vivir en primavera todo el año.

Flower Power

¡Estoy aquí de vuelta!, y esta vez os traigo una idea a base de flores. Es tan fácil leerlo como llevarlo a la práctica, y los resultados son tan bonitos que merece la pena dedicarle 5 minutillos a cosas como ésta.

En mi caso, fue mi madre la que tomó la delantera en casa, y ahora no deja de repetir a todas horas de día que se siente sumamente orgullosa y satisfecha con su creación (la cual está colocada, de manera emblemática, en una de las paredes del salón). 

Es tan fácil como escoger los ramitos de flores secas que más nos gusten y, con ayuda de un alambre, revestir la superficie que queramos enlazando las ramitas al alambre.  ¡No tiene mayor complicación! 

Es una idea genial para decorar algún rincón de casa o para regalarle a alguien especial (tengamos en cuenta que la Navidad está cerca y que esto es un MUY bonito gesto). 

PD: os dejo esta canción como recomendación del día, por el buen rollo que me transmite pero sobretodo porque los lyrics son igual de cursis que la idea de llenar de flores nuestra casa. 

Domingo de otoño

Hoy es uno de esos días en los que me levanto de la cama, pongo la música a todo volumen y siento una paz especial. Es como una especie de felicidad mística.

El caso es que cuando me despierto con estas energías mis niveles de creatividad y motivación se disparan por las nubes, y, como además no me conviene salir de casa -a no ser que me quiera poner hecha una sopa-, busco cosas que poder realizar sin salir. Cocinar, leer, darme un baño relajante, pintar, ver una serie, llamar a mi madre y hablar durante horas, trasplantar alguna plantita… siempre hay algo que hacer. Os voy a dejar algunas de mis favoritas:

→ ¡La hora de las tortitas!

Yo en realidad nunca he sido de las personas que han cocinado bien desde siempre, pero poco a poco y a costa de entusiasmo, he acabado por aficionarme a la cocina (de no muy alta dificultad). Para esta receta se necesita:

  • 1 plátano grande (y mejor si está pocho)
  • 1 huevo
  • Leche vegetal (yo empleo la de soja, pero que cada cual use la que prefiera)
  • Avena en copos

Trituramos el plátano en un bol, le añadimos el huevo y un chorreóncito de la leche vegetal y batimos todo. Espesamos con ayuda de la avena en copos, incorporándola poco a poco y hasta llegar al nivel de densidad deseado.

En una sartén (si es mini, mejor) calentamos un poquito de aceite y vamos cocinando la masa para conseguir las tortitas.

Servir y acompañar a gusto del consumidor. Yo en este caso, he escogido combinar las tortitas con unos arándanos y nueces.

Processed with VSCO with c1 preset
Processed with VSCO with f2 preset
Processed with VSCO with c1 preset

→ Para combatir el frío

En esta época del año, me hace muy feliz estar en mi casa y escuchar la lluvia de fondo. La mantita y la buena compañía hacen este plan aún más apetecible. Como recomendaciones personales:

  • un libro: El arte de amar de Erich Fromm (me lo ha dejado una amiga, y debo decir que me conoce muy bien, porque el libro me está encantando).
  • una serie: Suits (MUY recomendada por muchas personas)
  • un disco: A Song For Every Moon de Bruno Major

Relaciono los domingos con el concepto de hogar. Y considero que a veces, solo hacen falta detalles como estos, para hacer estallar un corazón.