Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile

Esta vez aparezco por aquí para tratar un tópico totalmente distinto. En este caso, me parecía interesante realizar la reseña de una película que he visto recientemente.

Debo decir que no contaba con una recomendación previa que «me metiera el gusanillo en el cuerpo». Más bien, el cansancio de un jueves noche en el piso hizo que cogiera el Netflix mientras cenaba y me pusiera a ver una de sus películas -de esas que aparecen en la página inicial como ‘Novedades Netflix’. Me llamó la atención el largo título de la película (Extremadamente cruel, malvado y perverso) y, pese a que el teenager Zac Efron no sea santo de mi devoción -cinematográficamente hablando-, me decidí a darle al play. Mi sorpresa fue colosal, he ahí el motivo por el cual he querido dejar constancia de ello.

La obra de Joe Berlinger trata sobre la historia de Ted Bundy, el famoso asesino serial de mujeres que aterró a los Estados Unidos en la década de los 70, pero desde la perspectiva de la que fue su novia, Elizabeth Kloepfer -dichos papeles han sido interpretados por Zac Efroc y Lily Collins respectivamente. El serial killer acabó condenado a muerte y ejecutado en la silla eléctrica en 1989, tan solo reconociendo 30 muertes y violaciones, quedando otras muchas sin esclarecer.

El gancho que encuentro en la película es la manera de abordarla: respecto de la creencia a ciegas que la pareja de Bundy depositó en él, conforme a su inocencia; el espectador, ajeno al desenlace, confía hasta el término del film en su falta de culpabilidad. Además, el psique del asesino se expone tal y como (superficialmente) dejaba verse de él: un joven sumamente atractivo, inteligente y con una personalidad arrolladora -que defendía su inocencia a capa y espada. De ahí que, con nuestros ideales sedimentados en una justicia verdadera, queramos ver a Bundy más allá de los confines presidiarios.

No obstante, debo de alegar que menos impresionante me pareció la interpretación de los jóvenes actores -Efron y Collins-: es correcta pero no impecable, no llega a abarcar una autenticidad íntegra. De igual manera que escenas, muchas de ellas con muy poca interconexión entre sí, como la de la pareja en una perrera -donde el objetivo (malogrado) era mostrar la cara oculta y monstruosa del asesino. Aún así, la presencia de otros actores secundarios como John Malkovich, Kaya Scodelario, Jim Parsons, Haley Joel Osment, James Hatfield o Angela Sarafyan -entre otros- ayudan a recrear un guión más fehaciente.

Recomiendo ver la película y acompañarla con la serie documental, también perteneciente a la plataforma Netflix, Conversaciones con asesinos: las cintas de Ted Bundy -que expone sin sentimentalismos hollywoodienses el perfil del asesino. La película no es más que una síntesis y complemento de lo que fue un bucle de atroces crímenes y que suscitaron a la población estadounidense una extraña combinación entre miedo y morbosidad.

«No puedes ver esta película y decir que estamos haciendo glamour o glorificando a Bundy. Lo que estamos haciendo es retratar la psicología del engaño y la traición».

Joe Berlinger

Sin lugar a dudas y sin spoiler -ya que desde el principio conocemos el desenlace del caso-, la escena final a modo de cierre me resultó escalofriante. No hay una mejor manera de convencer al espectador que presentar la verdad sin bandeja de plata alguna; a sangre fría, tal y como quiso hacer pensar él mismo durante toda su vida. Me resultó un final abrupto, de igual manera que la obra de F. Kafka ‘La Metamorfosis’ : son dos realidades a comparar a años luz entre sí la una de la otra, pero que coinciden en la sobriedad de su término. Hoy me he levantado turbada, como pensado ‘¿y eso es todo?’.