Kraków

Hace una semana tuve la oportunidad de descubrir Cracovia -antigua capital de Polonia- y, pese a que fueran menos días de los que me hubieran gustado, me vuelvo extremadamente feliz de tal express y bonita visita.

Esta ciudad se caracteriza por haber sido escenario de la II Guerra Mundial, en donde la modernización europeísta se entremezcla simbióticamente con los vestigios bélicos pasados. De ahí que la fuerza de este lugar -resilenciada durante décadas- haya dejado grandes señas de identidad cultural, artística e histórica.

En primer lugar, mencionar el corazón latente del casco histórico: el Rynek Glowny (la Plaza del Mercado), de aproximadamente 4000 m2 según lo que leí. Allí se encuentran muchas de las atracciones turísticas por antonomasia de la ciudad -la Torre del Ayuntamiento, la Basílica de Santa María y el Cloth Hall (también conocida como la Lonja de los Paños).

Alrededor de esta plaza, llena de vida y en tonos pastel, se encuentran multitud de puntos de interés con gran contenido cultural -entre ellos, la calle Florianska, el fuerte de Barbacana, el parque Planty, el teatro Slowacki o la Iglesia de San Pedro y San Pablo.

Ni que decir tiene el must de visitar el Castillo de Wawell, la Catedral y el famoso Dragón -el cual escupe fuego REAL cuando le viene en gana. Todo ello se encuentra a orillas del río Vístula, por lo que si os coge buen tiempo, recomiendo dar un paseillo por dicha zona.

Anecdóticamente, considero importante recalcar la nula intuitividad con la que cuenta la estación de tren cracoviana y explayar el motivo que me conduce a afirmarlo.

Uno de los días pretendí ir a las Minas de Sal de Wieliczka, sin embargo, el caprichoso destino quiso (casi) matarme del disgusto; he aquí mi historia: compré el billete de tren (en la estación de la Galería Krakowska) y acto seguido, pregunté por la ubicación de la vía en cuestión a toda persona que veía pasar. Una vez sentada en el tren -sintiéndome pletórica por haber logrado entenderme con el inglés chapurreado de los polacos-, el revisor me pidió el billete y muy tranquilamente me sugirió que me bajara en la próxima estación si no quería llegar directa a Varsovia -pero que NO «panda el cúnico», me bajé y puse fin al catastrófico intento. Sea como fuere mi experiencia, os recomiendo encarecidamente visitar bien las Minas de Sal o el campo de concentración de Auschwitz.

El barrio de Kazimierz (o barrio judío) fue sin duda alguna la parte que más me enamoró de la ciudad. En él se ubican basílicas y sinagogas, a la par de una variedad infinita de pubs y restaurantes. Además, el arte urbano es algo que define las entrañables callecitas del mismo. El distrito de Podgórze -colindante con el anterior- también encierra joyas ocultas de la ciudad, dado que fue el auténtico gueto judío durante la ocupación nazi. El Kładka Ojca Bernatka (Puente de los Enamorados) es el nexo de unión -peatonal- entre ambas zonas; pese al frío que hacía, lo guardo en mi memoria como una de las estampas más mágicas.

A modo de breve síntesis, os dejo los sitios que más me gustaron:

  • Plac Bohaterow Getta. Lugar conmemorativo de los héroes y víctimas judías del Guetto de Cracovia.
  • Kościół św. Józefa (Iglesia de San José). Aquí fui conducida por sorpresa y prometo haberme quedado maravillada con su fachada gótica, el azul del cielo anocheciendo y la luz de las farolas iluminando.
  • New Jewish Cementery. Cementerio judío de un encanto especial, ubicado en la calle Miodowa.
  • Calle Szeroka. Es más bien una placita donde se encuentran 4 de las sinagogas de la ciudad -una de ellas es ahora una librería que poder visitar.
  • Pasaje de la calle Jozefa, 12. Escenario de la película ‘La Lista de Schinler.
  • Apleka pod Orlem (Farmacia del Águila). Lugar enclave del gueto por ser punto se resistencia y confianza durante la guerra abierto al público -y de entrada gratuita los lunes.
  • Plac Nowy (Plaza Nueva). Esta pequeña plaza multiusos cuenta con puestecitos de antigüedades y de comida, además de con muchos pubs –Alchemia fue para mi el que definió la visita. Además aquí probé la zapiekanka, comida típica de la zona, elaborada por los locales a partir de una media baguette con tomate, queso y todo tipo de ingredientes que tú decidas.

Mi último mañana se la dediqué al Ogród Botaniczny Uniersytetu Jagiellońskiego w Krakowie (Jardín Botánico de la Universidad) -actualmente en fase de reformas-, y al MOCAK (Museo de Arte Contemporáneo) el cual suscitaba premonitoriamente gran interés en mi. En éste último lugar -cercano a la Fábrica de Oskar Schindler y al Museo Nacional- me llevé otra de las sorpresas (esta vez MUY grata), dado que Andy Warhol era lo último que esperaba encontrarme en Cracovia.

Aquí concluyo con mi reseña de la ciudad, no sin antes agradecer a la compañía que la ha hecho posible -y muy muy especial.

Sin duda alguna estos días se quedan en mi cual disparo al corazón.